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Hyperion
gedicht [ ]

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
von [Mihai_Eminescu ]

2006-09-06  | [Text in der Originalsprache: espanol]    |  Veröffentlicht von Denis Beckert




Era una vez como en los cuentos,
Érase una vez,
Niña de imperiales ancestros,
De hermosísima tez.
Hija única y la aman tanto,
Es siempre en todo bella,
Como la Virgen entre los santos
Y la luna entre estrellas.

Desde las sombras celestiales
Sus pasos alla lleva
A las ventanas, en las cuales
El lucero la espera.

Miraba el mar en el ocaso
Cómo aparece y luce,
Cómo por movedizos pasos
Barcos negros conduce.

Lo ve hoy, lo ve mañana,
Así el desco brota;
Y al verla él tantas semanas,
De ella se enamora.

Como ella apoya en sus palmas
Para soñar, sus sienes,
Llena de amor por él su alma
Y su corazón tiene.

Y de qué modo él se ilumina
En cada atardecer,
Y hacia el negro castillo mira
Su amada aparecer.

*
Y tras sus huellas, paso a paso,
Se escurre al cuarto él,
Tejiendo con fríos chispazos
Una llameante red.

Y cuando se tiende en el lecho
A dormir la muchacha,
Le toca las manos sobre el pecho,
Y sus párpados baja;

Desde la claridad del espejo
Se derrama en su cuerpo,
Sobre sus ojos grandes, trémulos,
Sobre su rostro vuelto.

La niña lo mira sonriente,
Él tiembla en el espejo,
Pues quiere y persigue vehemente
De su alma ser dueño.

Ella en la noche hablando en sueños,
Suspira así por él:
“Oh, de mis noches dulce dueño,
¿Por qué no vienes? ¡Ven!

Desciende ya lucero tierno,
Un rayo te encamine,
Entra a la casa, al pensamiento
Y mi vida iluminess”.

Él escuchaba tembloroso,
Se encendía aún más
Y se abalanza presuroso
Y se hunde en la mar;

Y el agua donde hubo caído
En círculos se mece,
Y de los ignotos abismos
Un bello joven crece.

Fácil, como por puera abierta
Pasa por la ventana,
Una vara en su mano aprieta
De juncos coronada.

Joven príncipe perecía,
Cabello de suave oro,
Morada mortaja pendía
De sus desnudos hombros.

Y la sombra del rostro traslúcido
Es como blanca cera,
Un muerto bello de ojos lúcidos
Que brillan hacia afuera.

“Vine de mi esfera y fue grave
Siguiendo tu llamar,
El alto cielo es mi padre
Y mi madre es la mar.

Hasta tu cuarto yo he venido
Y para verte a ti,
Con mi sereno he descendido
Y de aguas nací.

Oh, ven, inefable amor mío,
Tu mundo deja y ven;
Del cielo soy lucero, y brillo;
Ven, tú mi novia sé.

Allá en palacios de coral
Por siglos viviremos,
Y todo el mundo de la mar
A ti obedeceremos.”

-Eres bello, como aparece
Ángel que en sueños ves
Mas por la senda que me ofreces
Nunca jamás iré;

Extraño a tu lengua y atuendo,
Como sin vida estás,
Si yo estoy viva, tú estás muerto,
Me hiela tu mirar”.
*
Pasó un dia, pasaron tres,
Y en la noche el lucefo
Regresa sobre ella otra vez
Con sus rayos serenos.

A ella parece que en el sueño
Su recuerdo turbó,
Y anhelos del marino dueño
Su corazón colmo:

“¡Desciende ya lucerno tierno,
Un rayo te encamine,
Entra a la casa, al pensamiento
Y mi vida ilumines!”

Como en el cielo él la escuchó
Sufre y desaparece,
Y el cielo entonces vueltas dio
Allí donde perece;

En aire roja llamarada
Sobre el mundo esparcióse,
Y en la llanura desolada
Fiera imagen plasmóse.

Sobre su negra cabellera
Corona arder parece,
Flotaba, imagen verdadera,
Bañado en sol ardiente.

Surgen de enlutado velo
Sus marmóreos brazos,
Triste y pensativo: vedlo
Y su rostro es pálido.

Pero su admirable mirada
Quimérica fulgura,
De sus pasiones insaciada
Llena, y de negrura.

“Vine de mi esfera y fue grave
De nuevo, pues llamastre,
El alto sol es mi padre
Y la noche es mi madre;

Oh, ven, inefable amor mío,
Tu mundo deja y ven;
Del cielo soy lucero, y brillo,
Ven, tú mi novia sé.

Ven, y a tu rubia cabellera
Corona haré de estrellas,
Y así en mis cielos aparezcas
Más hermosa que ellas”.

“¡Eres bello, como aparece
Diablo que en sueños ves,
Mas por la senda que me ofreces
Nunca jamás iré!

Me duelen por tu cruel amor
Las cuerdas de mi pecho,
En mis párpados hay dolor,
En tu mirar me quemo”.

“¿Mas cómo a ti puedo bajar,
A tu leve estatura,
Siendo yo criatura inmortal
Y tú mortal criatura?”

“No busco elegir mis palabras,
Ni cómo empezar sé.
Pero aunque muy claro tú hablaras,
No te logro entender;

Si verdaderamente anhelas
Lograr al fin mi amor,
Debles bajar hasta la tierra,
Sé mortal como yo”

“Reclamas mi inmortalidad,
Un beso en cambio gano,
Mas debes saber que en verdad
Es mucho lo que te amo;

Si, naceré yo del pecado,
A otra ley sometido;
A eternidad estoy ligado
Y liberarme pido”.

Se va, se va… Y ya se ha ido.
Por amor a una niña,
De su alto lugar ha partido,
Perdido muchos días.

*

En ese tiempo Catalín,
Un muy astuto paje,
Que el vino debía servir,
Para los comensales,

Paje que lleva paso a paso
La mantilla real,
Mozo vagabundo y bastardo,
Mas de mirada audaz,

Mejillas como peonías,
El diablo, y tan rojizas,
Furtivamente el paje espía
Mirando a Catalina.

Y qué hermosísima está ahora,
Oh Dios, y qué altivez,
Eh, Catalín, llegó la hora,
Prueba suerte, tal vez…

Y suavemente la abrazó
Presuroso, en la sombra.
“Eh, Catalin, ¿que te pasó?
Vete, vete a tus cosas”.

“¿Qué es lo que quiero? Que no estés
Siempre en tanto embeleso,
Que mejor rías, y me des
Un beso, un solo beso”.

“Pero ni sé lo que pretendes,
Déjame y vete lejos,
Oh, por el lucero celeste
Siento mortal anhelo”.

“Si no lo sabes te diré
De pe a pa el amor,
Mas no te enojes y esta vez
Tranquila, y atención.

Cual cazador que tiende el lazo
A las aves del bosque,
Cuando te extienda izquierdo brazo
Tú me abrazas entonces;

Deja a tus ojos quietud
En la mirada mía…
Y si te alzo, entonces tú
Álzate de puntillas;

Cuando mi rostro hacia ti incline
Alza tu cara pura,
E insaciados ojos se miren
Con eterna dulzura;

Para que como se merece
El amor sepas bien,
Cuando inclinándome te bese,
Me besas tú también”.

Del mozo escuchaba estas cosas
Distraída, asombrada,
Y vergonzosa y donairosa
Ella no dice nada.

Murmura quedo: “de pequeñin
A ti te conocía,
Un poca cosa, un parlanchín,
Mi pareja serías…

Pero un lucero que ha brotado
De olvido silencioso,
Les da horizonte ilimitado
A mares soledosos;

Cierro en secreto mis pestañas,
Llanto las va anegando,
Si el agua de las olas pasa
Hacia él van viajando;

Brilla con indecible amor
Para ahuyentar mi pena,
Pero siempre más se elevó
Para que a él no venga.

Pasa sus rayos fríos, triste
Del mundo que la aleja,
Lo amaré siempre, pero siempre
Lejos se va y me deja…

Por esta causa son mis días
Desierto desolado,
Mas noche encanto sacro envia
Indefinable y diáfano”.

“Sucede que aún eres muy niña,
Vámonos juntos. Vamos,
Ni huella quede en nuestra huída,
Y hasta el nombre perdamos,

Juntos los dos sabios seremos,
Felices y contentos,
Olvidarás amor paterno
Y sueño de luceros”.

*

Partió el lucero. Le crecían
Las alas en el cielo,
Y miles de años transcurrían
En sólo unos momentos.

Abajo estrellas se veían
Sobre un cielo de estrellas.
Rajo infinito parecía
Errante él entre ellas.

Del valle del caos que había
Alrededor de él,
Como si fuera el primer día
Mira las luces nacer;

Como manando lo rodeaban
Como mares, nadando…
Él vuela, el ansia lo llevaba,
Todo se fue esfumando,

Porque adonde va no hay fronteras,
Ni ojos para ver,
E inútilmente el tiempo intenta
Del vacío nacer.

Y nada hay, y hay sin embargo
Sed que lo ha absorbido,
Es un abismo que ha imitado
Lo ciego del olvido.

“Del peso de la eternidad
Líbrame, Padre amado,
Y por los siglos Tú seras
Por el mundo loado;

Pídeme, Padre, cualquier precio,
Pero dame otra suerte,
Pues de la vida eres comienzo
Y dador de la muerte;

Quítame Tú el nimbo inmortal
Y del ojo el fulgor,
Y en cambio sólo me darás
Una hora de amor…

Del caos, Dios, apareci,
Y al caos volver quiero…
Y del sosiego yo naci,
Tengo sed de sosiego”.

“Hyperión, que del abismo
Con un mundo llegaste,
No pidas signos ni prodigios
Sin nombre ni semblante;

¿Tú quieres devenir un hombre,
Hacer como ellos hacen?
Pero perezca el pobre hombre:
Aún siempre renace.

Apenas en el viento forjan
Baldíos ideales.
Cuando su tumba halla las olas
Otras olas ya salen;

Tienen estrellas de la suerte
Y acosos del destino,
Nosotros tiempo, espacio, muerte
Nunca hemos conocido.

Del seno del eterno ayer
Vive el hoy que se muere,
Si arriba un sol deja de arder
De nuevo un sol se enciende;

Creyendo por siempre surgir
De atrás muerte lo pace,
Pues lo que va a morir
Y del morirse nace.

Mas tú, Hyperión, perdurarás
Donde tu ocaso esté…
¿Mi primer Verbo pedirás?
¿Daréte el saber?

¿Doy voz si quieras a esa boca,
Y que tras su cantar
Vayan los bosques y las rocas
Y las islas del mar?

¿Quieres tal vez ser por tus hechos
Equitativo y grande?
La tierra entera yo te entrego
Para que un reino mandes.

Naves y naves puedo dar,
Huestes con que atravieses
De arriba abajo tierra y mar;
Mas morir tú no puedes…

¿Y por quién quieres tú morir?
Mira, la errante que es
La tierra donde quieres ir,
Lo que te espera ve”.

*

A su lugar que hay en el cielo
Hyperión regresó,
Y como ayer hizo en el vuelo
Destellos derramó.

Pues el sol ya habia apagado
Y la noche venía;
La luna ya se había alzado
Y en el agua bullía

Llenando de encendidos brillos
El sendero del bosque.
Bajo las ramas de unos tilos
Se encontraban dos jóvenes:

“Deja mi cabeza en tu seno
Amada, que descanse
En tu luz mirar sereno,
De dulzura inefable;

Con el encanto de luz fría
Entra a mis pensamientos,
Tranquilidad eterna envía
A esta pasión que siento.

Que estés conmigo, este anhelo,
Da a mi dolor consuelo,
Pues eres tú mi amor primero
Y mi última sueño”.

Y ve Hyperión desde lo alto
El asombro en sus caras;
Antes que él le dé un abrazo
Es ella quien lo abraza…

Huelen las argentinas flores
Y caen, dulce lluvia,
Sobre los dos tiernos menores
De cabellera rubia.

Ebria de amores, como ausente
Alza los ojos. Mira
Al lucero. Y suavemente
Su anhelo le confía:

“Desciende ya, lucero tierno,
Un rayo te encamine,
Entra hasta el bosque, al pensamiento
Y mi dicha ilumines!”

Él tiembla como en otros tiempos
En bosques y colinas,
Las soledades conduciendo
De las olas marinas;

Mas ya no cae como antes
Desde la altura fiera:
“Rostro de limo, es importante
Si soy yo o cualquiera?

Viviendo en vuestro estrecho círculo
Os sonríe la suerte,
Mas yo me siento en el mundo mío
Aterido y sin muerte”.


Traduccion de Omar LARA

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