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- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 2005-11-04 | [Text in der Originalsprache: espanol] | Veröffentlicht von Nicole Pottier
...Y viendo el humo de su incendio, dieron voces,
diciendo: ¿Qué ciudad era semejante a esta gran ciudad? Apocalipsis, 18:18 HabrÃa mirado las bóvedas multiplicándose en alargadas filas contra la lluvia. ¿Cuál es el arroz, cuál ese conejo alado de Cimabue, dónde está el yeso que trajeron de UmbrÃa las intercesoras, aquellas madres primeras de mi especie? Era una mesa blanca, casi traslúcida, vestida para la exageración y el desprecio. PodrÃa ser nebuloso patÃbulo, aunque nunca tablón ritual de aniversarios. Un opulento pasajero enciende las lámparas. Los comensales -mis hermanos- han muerto ya. El arco solar se ha derribado. ¿Qué carpinterÃa nómade para esta bacanal de Narciso? ¿No miras sumergirse la casa? -pregunta la figura-. Del robo de las pieles nace el vuelo. Y asà empieza la historia. El musgo ofrece un ácido perfume a patio de destierro, a caireles dispersos entre los matorrales donde juega el niño del triciclo rojo. (Ahora reconstruye risas en mitad de su cráneo.) ¿Era la distancia de la diferencia? ¿Los harapos de la más cruel cercanÃa? ¿O la abisal condición para destituir a su rey, el valimiento de un iluso crucificándose? Rotan las cláusulas. Se instalan en éxtasis de Pound todos los enunciados. Pensó en la cabeza comida por insectos de su padre, en el jugo incalculable, ahora seco, rondando entre los dientes del pequeño difunto. Fuiste un agujero, la grieta de mi corazón -afirma la figura-. No habla. Aun antes de acostarse del lado del vacÃo, gesticula. (Un llamado de hidra ha regresado a la cueva.) BrevÃsimo, respiran todavÃa sus membranas. Nada es legendario en la dársena sacrÃlega. ¿En qué madejas del segundo tiempo merodeará esta geometrÃa del verdugo? Va adentrándose en la palabra carente: palabra sin inicial; juzgamiento de vigilia. Grazna y husmea. Que no suplique ayuda con un arpón en la boca. Se abrieron las sienes de mi escalofrÃo. Cavidades lechosas donde hubo un pasado, ¿por qué duermen asÃ, junto a la espuma? Son los habituales. Son los faústicos delatores. Son los imaginados. Son los que agitan la lepra bajo pieles fastuosas. ¿RetornarÃan desde un mÃsero exilio? Muerdes madera en el poema, invención extremada. Fermentan las hojas. Desciendo los escalones y aspiro en cuclillas el temible torbellino de la idolatrÃa. Es el ruinoso chacal de esta profanación. Lanza increÃbles objetos. Al reflejarse en el revés de un espejo de bronce -mira paciente, hiberna con traidores-, dibuja la espantosa raÃz del simulacro. New York, 22-IX-2000
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